Sentada en el filo de una cama,
con su mano a recoger
el pequeño que sacaba
de su vientre al envejecer.
Con su frágil cuerpo mecía
el silencio allí sentada,
mientras el sol amanecía
en su ventana ya cerrada.
¡No quiero que venga el alba a mi puerta,
quiero que se esconda en la mar¡
y en la noche mas desierta
poderte siempre acariciar.
(Silvia Alcalde)